¡Hola! Me llamo Esteban Brook-Hart y soy el psicólogo que coordina Fusión Psicología.

Te cuento rápidamente lo que hago. Sé manejar las emociones negativas. Tristeza, ansiedad, rabia, frustración, celos… Piensa en todas las que se te ocurran. Todas ellas, cuando perduran en el tiempo, siguen unos patrones. Yo me encargo de descubrir el patrón para cada persona y le enseño a salir de él.

 

 

En Fusión Psicología somos varios psicólogos y psicólogas y eso es lo que hacemos.

 

 

Es un trabajo complejo y mucha gente del gremio dice que es vocacional.

 

 

Pero te voy a decir algo.

 

 

Para hablarte con total sinceridad, cuando decidí estudiar psicología no tenía ninguna intención de dedicarme a hacer psicoterapia. 

 

 

No fue eso lo que me motivó a meterme en esta profesión.

 

 

A mí me interesaba la psicología porque quería aprender más sobre el comportamiento humano, sobre cómo funciona la mente. 

 

 

Quería aprender las teorías y no me detenía tanto a pensar en las salidas laborales que pudiera tener después. Siempre he elegido mis estudios por lo interesantes que me han parecido, más que por su utilidad práctica.

 

 

Me imaginaba que después podría trabajar informando, asesorando y haciendo divulgación. 

 

 

Pero lo que no me parecía tan interesante era ayudar directamente a otras personas a manejar sus emociones y problemas. 

 

 

Simplemente la psicoterapia no era una opción que me llamara. Tal vez me parecía un trabajo demasiado complejo, o demasiado duro. No lo sé.

 

 

La carrera tampoco me ayudó a interesarme más. Las asignaturas sobre salud estaban bien, pero no eran especialmente estimulantes. Estudiábamos los trastornos que vienen en los manuales. Aprendíamos a clasificarlos pero nunca nos explicaban de una forma clara qué hay que hacer para solucionarlos. 

 

 

Así que terminé la carrera sin saber cómo ayudar a nadie a reducir su ansiedad o a mejorar su estado de ánimo. En realidad, casi nadie sabe esto al acabar la carrera, al menos en la época en la que yo la estudié.

 

 

Sospecho que muchos de mis profesores, que se dedicaban a la investigación y la docencia en vez de trabajar con situaciones reales, tampoco lo sabían.

 

 

Me mantuve en mis trece durante dos años más. Tuve la suerte de conseguir trabajo en una ONG nada más licenciarme, así que me centré en el campo de la intervención social.

 

 

Ese trabajo era muy interesante: me dedicaba a hacer programas de prevención para cuidar la salud sexual. Esto me llevó a estudiar un Máster sobre sexualidad humana.

 

 

En el segundo curso de ese Máster nos dedicamos a ver cómo funciona la terapia de pareja y cómo se resuelven los problemas sexuales, y ahí fue donde empecé a darme cuenta del valor de la psicoterapia. 

 

 

Problemas que parecían tan complicados, en este caso los problemas sexuales y los problemas de pareja, cobraban sentido y se podían solucionar.

 

 

Decidí estudiar más al respecto, picado por la curiosidad. 

 

 

Mi siguiente Máster fue en psicología clínica y abarcaba todos los problemas que los psicólogos/as trabajamos habitualmente. 

 

 

Con esa formación comprendí las sutiles relaciones que se forman entre los pensamientos, las emociones, las sensaciones y las acciones, y cómo pueden hacernos caer en bucles de malestar continuado.

 

 

También aprendí cómo encontrar la salida a esos bucles.

 

 

En los años en los que he trabajado haciendo psicoterapia he comprobado que es sumamente estimulante y útil. 

 

 

En el momento en que sabes cómo funcionan este tipo de problemas y qué hacer al respecto, se convierten en retos muy interesantes.

 

 

Así que aquí me tienes, dedicándome de lleno a esto.

 

 

Quién me lo hubiera dicho hace quince años…

 

 

Aunque las personas podemos cambiar, ¿no?

 

 

Una cosa que he aprendido a lo largo de estos años…

 

 

…(en realidad he aprendido un montón de cosas más, pero esta me gusta especialmente) es que la mayoría de las personas que llegan a Fusión Psicología no tienen un trastorno. 

 

 

Esto es bueno. 

 

 

Significa que cada vez hay más personas que deciden pedir ayuda cuando están en una situación mala, pero antes de que se vuelva dramática. 

 

 

Enseñarles a resolver lo que les trae a consulta es más fácil y se evitan el sufrimiento que conlleva arrastrar los bucles de negatividad durante años. 

 

 

Hasta hace poco tiempo había más estigma en torno a la idea de pedir ayuda psicológica. La gente se aguantaba y solo lo hacían como último recurso.

 

 

Me alegra que exista un interés social creciente por vivir bien.

 

 

Pienso que todos los problemas que generan un malestar continuado, sean o no sean graves, merecen nuestra atención para intentar solucionarlos. 

 

 

Porque, como cantaban Azucar Moreno, solo se vive una vez.

 

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